La menstruación nos acompaña durante una media de 37 años. 37 años en los que, cada mujer, cada mes, utiliza unas 16 compresas y unos 8 tampones. Al menos yo utilizaba eso, como mínimo. Es evidente que las compresas y tampones desechables juegan un penoso papel contra el medio ambiente, pero no lo es tanto el efecto que tienen en nuestros cuerpos.
Es tal la lucha de este sistema para convertir la menstruación en algo vergonzoso y anti-higiénico que las grandes empresas del sector de la "higiene femenina" se esmeran enormemente en atiborrarnos de productos anti-olor y anti-vista; eso se consigue con productos químicos y plásticos nada recomendables para nuestro cuerpo, que no hacen sino desconectarnos de nuestro ciclo natural. Debido a esos productos tenemos una imagen completamente distorsionada de la realidad, pues resulta que la menstruación no apesta, ni es asquerosa, ni es tan abundante como pensamos. Además, el hecho de tirarlos a la basura convierte a nuestra sangre en basura.
Hoy en día podemos disfrutar de productos de eco-menstruación que respetan el planeta, nuestro cuerpo y nuestro bolsillo, pues a pesar de ser más caros duran muchísimo tiempo. Es una muy buena inversión, podéis hacer el cálculo del dinero que nos ahorramos
aquí.
Además, hay para todos los gustos y colores:
En primer lugar, las compresas de tela. Hay quienes dicen que es una vuelta atrás, pues no hace tanto tiempo se utilizaban trapos de tela a modo de compresas. Mi respuesta es que quizá nunca debimos salir de ahí en este aspecto.
Las compresas de tela están realizadas con productos que permiten la transpiración, de forma que los posibles olores se disipan y la piel no sufre irritación. Si además son ecológicas, mucho mejor.
A diferencia de los antiguos trapos, estas compresas tienen formas y tamaños diferentes, tienen alas y se colocan con un simple click que las mantiene sujetas a la ropa interior sin prolema. Tienen dentro una esponja absorbente que aguanta tanto o más que una compresa desechable. Lavarlas es tan sencillo como dejarlas en remojo en agua fría o sostenerlas bajo el grifo, justo al quitarlas, cuando la sangre todavía no se ha secado. Se dejan secar y están listas para usar a las pocas horas. Al finalizar los días de menstruación pueden lavarse en la lavadora. Con unas 8 o 9 compresas es suficiente, se pueden tener tres de cada tamaño, pequeñas, medianas y grandes, eso ya depende de la cantidad de menstruación de la niña o mujer. Dependiendo del tipo de material y de su calidad, pueden llegar a durar un mínimo de 5 años.
En segundo lugar, los tampones de esponja marina. No recomiendo mucho su uso debido a que, si todas las mujeres nos pusiéramos de acuerdo, las acabaríamos extinguiendo. No es el más sostenible, pero sí lo recomiendo para las niñas más pequeñas, durante las primeras reglas. Generalmente vienen dos esponjas, y hay que cortarlas en trozos para hacer los tampones. Así de sencillo, se introduce en la vagina y ni se nota, se amolda a los movimientos y no es violento para las niñas porque se puede llegar a hacer muy estrecha cuando se aprieta. Lavarlo es tan simple como ponerlo bajo el grifo e ir apretándolo bajo el agua hasta que quede limpio. Se deja secar y listo para volver a usarlo. Con dos esponjas es más que suficiente para unos dos años de tiempo. Sus ventajas ante el tampón desechable es que no contiene químicos ni deja restos en la vagina y, de dejarlos, estos no afectan para nada al cuerpo pues son completamente naturales; además, al estar completamente introducido en la vagina protege de las infecciones que el tampón produce en muchos casos, por absorver el orín a través del cordón que cuelga hacia el exterior exponiendo a la vagina a sus bacterias. Son sencillos y cómodos de usar, por ello no es mala idea que las niñas experimenten con ellos antes de pasar a algo que, de entrada, les puede resultar más violento, como la copa menstrual, pero que es mucho más recomendable por ser algo fabricado y no algo que se obtiene de ecosistemas marinos.
En tercer lugar, la copa menstrual. Es, en mi opinión, el mejor método de todos pero entiendo que, para las niñas, no debe ser el primero que se contemple. Se trata de un recipiente hecho de silicona médica hipoalergénica que se introduce en la vagina y, haciendo ventosa, recoge el flujo menstrual sin temor a pérdidas. Es como un tampón pero, igual que los tampones de esponja marina, protege de infecciones por estar completamente introducida en la vagina. Además, es infinitamente más cómoda por su material blando y su forma suave. Realmente es fácil olvidarse de que la llevas puesta, increíblemente cómoda para hacer cualquier actividad.
Lavarla no podría ser más sencillo. Cuando se vacía se le pasa un agua y cuando la menstruación se va, simplemente hay que hervirla durante 3 minutos en agua, sin jabón y sin nada, y guardarla en su bolsa de algodón hasta el próximo periodo.
Hay diferentes tallas, dependiendo del fabricante, pero las más comunes son dos. Existe alguna marca que las tiene para niñas menores de 18 años, pero no es la norma. También las hay de diferentes colores, aunque yo recomiendo la transparente; la copa es el único método que permite medir realmente la calidad y cantidad de la menstruación, muestra el color, el olor, la cantidad y la textura y, si la copa es de color, puede despistar. Conocer el aspecto de nuestra menstruación sana nos permite darnos cuenta cuando algo no está bien o está fuera de lo común, es importante para adelantarnos a posibles patologías.
En el mercado hay un sinfín de marcas, modelos y tipos de todos estos productos. Es algo que merece la pena ofrecer a las niñas. Estos métodos alternativos nos obligan a dedicarnos un rato, a lavar, a tocar, a mirar nuestra menstruación; sin duda eso cambia la relación con nuestro cuerpo y, por tanto, el concepto que tenemos de él y de nosotras.