Los/as niños/as tienen una curiosidad innata que devora el conocimiento si este se les explica de forma que entiendan y les despierte los sentidos. El aburrimiento es el principal enemigo y es tremendamente fácil que los/as niños/as se aburran. Por ello, estimulando su imaginación (algo muy fácil de desarrollar en ellos/as) es más fácil que entiendan e integren conceptos que no siempre sabemos cómo explicar. En este caso, la estimulación nos la ofrecen los cuentos y el concepto es el ciclo menstrual.
Desde épocas antiguas los cuentos se han utilizado como método para explicar al mundo valores y lecciones. Siempre tienen una moraleja y muchísimo simbolismo oculto tras fantasiosas metáforas.
Evidentemente el mensaje es diferente dependiendo de la pluma de la que sale y es fácil que, con el tiempo, los cuentos se manipulen hasta el punto de dar una copia distorsionada de lo que en un principio fueron. La influencia de, por ejemplo, Walt Disney y su sistema de valores completamente patriarcal, en los cuentos de tradición popular ha hecho que circule un mensaje pervertido de esos cuentos.
No obstante, hay simbolismos que ni siquiera Disney puede eliminar, pues fueron inteligentemente escondidos tras el cuerpo de un suceso o personaje, sin el cual, la historia no tiene sentido. Es el caso de, por ejemplo, Blancanieves, La Caperucita Roja y la Bella durmiente. Todos ellos tienen guardada un referencia a la menstruación.
En el mito de Perséfone, ésta es raptada por Hades, dios del inframundo. Su madre, Deméter, la buscó hasta la saciedad. Desesperada, pidió ayuda a Zeus para recuperarla. La negociación con Hades fue clara: la muchacha podría salir del inframundo siempre y cuando no probara bocado de lo que allí había. Pero, no sabemos si engañada por Hades o por voluntad propia, Perséfone comió seis semillas de granada y eso la condenaba a no poder volver jamás al exterior.
Deméter se volvió loca, se entristeció hasta tal punto que dejó de actuar como diosa de la naturaleza y el mundo se fue marchitando hasta sumirse en un profundo e interminable invierno.
La situación era insostenible, así que Zeus decidió volver a negociar con Hades. No sabemos qué le ofreció a cambio, pero Hades aceptó que Perséfone pasara seis meses del año junto a su madre a condición de que los otros seis regresara a su lado. Así, cuando madre e hija estaban juntas, tal era la dicha de Deméter que todo florecía. Al contrario, cuando Perséfone debía regresar junto a Haces, tal era su pena que los árboles perdían sus hojas y las flores se morían, dejando al mundo sin color.
En este mito griego se puede comprobar fácilmente el simbolismo de la granada con la menstruación, fruta del inframundo, de lo oculto, y los cambios de estación con el ciclo menstrual: cuando Perséfone está con su madre llegan la primavera y el verano, que simbolizan las fases preovulatoria y ovulatoria, las fases expresivas del ciclo; por el contrario, cuando Perséfone regresa con Hades la vida empieza a desaparecer hasta que no hay nada, sólo hay quietud mientras se espera su regreso, el otoño y el invierno se suceden implacables, simbolizando las fases premenstrual y menstrual, las más introspectivas del ciclo.
Hades representa la intuición, lo oculto, lo prohibido. La menstruación nos abre una puerta a nuestra intuición. Perséfone se adapta perfectamente a la situación, se deja llevar por la sabiduría que le otorga su sangre y se convierte en la reina del inframundo.
Lamentablemente, en los demás cuentos no se conserva (quizá nunca fue tan claro) el simbolismo tan evidentemente como en el mito griego. Es posible que no se haya manipulado debido a su antigüedad y su contexto. Es sabido que en la antigua Grecia el conocimiento se transmitía a través de los mitos y sería un sacrilegio distorsionar algo así.
En el caso de Blancanieves, la menstruación se oculta tras la roja manzana. La bruja (la intuición) ofrece la manzana a Blancanieves y ella la muerde. Es un claro simbolismo a la menarquia. El cuento que se difunde actualmente define a la intuición como la bruja malvada que debilita a la joven con una fruta envenenada, dejándola impotente y sometida al encantador príncipe que pueda salvarla con un beso que en ningún momento es consentido por ella, pues está inconsciente. Pero, si ignoramos el mensaje patriarcal y limitante al más puro estilo Disney, ahí están: la intuición y la menstruación, juntas de nuevo. La bruja no es malvada, asusta porque sabe. Y quiere que Blancanieves sepa.
En el caso de la Bella durmiente sucede lo mismo. La bruja maldice a la bella, inocente y sobreprotegida princesa: cuando cumpla 16 años se pinchará con una rueca que la condenará a dormir hasta que un príncipe encantado aparezca para despertarla, besándola aunque ella no pueda negarse (o asentir), por el derecho que le otorga la profecía.
De nuevo la intuición presentándose como la despiadada bruja, la menarquia escondida tras la sangre del pinchazo y la joven debilitada con su llegada.
El cuento de la Caperucita Roja, en cambio, tiene un simbolismo, para mí, mucho más profundo que los dos anteriores, pues en él no aparece el amor romántico como forma de sometimiento femenino pero sí los valores patriarcales y morales.
Hay una niña que se pone su roja capa y se dirige a casa de su abuela. Hay un camino marcado y correcto que atraviesa el bosque pero está fuera de él. Hay una madre que advierte, con insistencia, que no es buena idea introducirse en el bosque, pues hay un lobo que anda suelto. Caperucita obedece pero es el lobo el que acude a su encuentro, sin salir del bosque, pero la llama y le incita a salirse del camino. El lobo acaba comiendose a la abuela y a la niña y es el noble leñador el que consigue rescatar a las indefensas mujeres del terrible lobo feroz. La moraleja del cuento original de Charles Perrault advertía a las jovencitas de las malas intenciones que puede esconderse tras los hombres apuestos que se aparecen al camino, representados por el lobo, que quería enseñarle a Caperucita los secretos más profundos del bosque.
Aquí el lobo es la intuición, aquella que intenta introducirte en el bosque sacándote del camino correcto porque es el que se ha marcado como tal. La menstruación está representada con la capa roja de la niña y la madre, el leñador y el camino correcto son las trampas del sistema para mantenernos sometidas y que no corramos, como lobas, hasta el interior del bosque, nuestra esencia, a encontrarnos a nosotras mismas, a gobernar nuestra propia oscuridad, nuestro poder y nuestra fuerza. Evidentemente, el sistema prefiere que creamos que el bosque es peligroso y que el lobo nos va a comer, así que no es aconsejable salirse de la norma establecida.
Las niñas crecen con los cuentos y desean ser las protagonistas de éstos. Dependiendo de lo que se les cuente serán princesas atontadas que decidan cargar con el primer príncipe encantador que se les cruce en el camino o caperucitas valientes que corran bosque a través para encontrar al lobo y aprender a aullar bajo la luna.
Lo que la sociedad cree de la menstruación es un cuento, contémoslo de otra manera y creemos la base para que las niñas se conviertan en mujeres libres y empoderadas, que se aceptan, se respetan y son conscientes de su poder. Cuando el poder se reconoce, no se cede jamás.
Evidentemente el mensaje es diferente dependiendo de la pluma de la que sale y es fácil que, con el tiempo, los cuentos se manipulen hasta el punto de dar una copia distorsionada de lo que en un principio fueron. La influencia de, por ejemplo, Walt Disney y su sistema de valores completamente patriarcal, en los cuentos de tradición popular ha hecho que circule un mensaje pervertido de esos cuentos.
No obstante, hay simbolismos que ni siquiera Disney puede eliminar, pues fueron inteligentemente escondidos tras el cuerpo de un suceso o personaje, sin el cual, la historia no tiene sentido. Es el caso de, por ejemplo, Blancanieves, La Caperucita Roja y la Bella durmiente. Todos ellos tienen guardada un referencia a la menstruación.
En el mito de Perséfone, ésta es raptada por Hades, dios del inframundo. Su madre, Deméter, la buscó hasta la saciedad. Desesperada, pidió ayuda a Zeus para recuperarla. La negociación con Hades fue clara: la muchacha podría salir del inframundo siempre y cuando no probara bocado de lo que allí había. Pero, no sabemos si engañada por Hades o por voluntad propia, Perséfone comió seis semillas de granada y eso la condenaba a no poder volver jamás al exterior.
Deméter se volvió loca, se entristeció hasta tal punto que dejó de actuar como diosa de la naturaleza y el mundo se fue marchitando hasta sumirse en un profundo e interminable invierno.
La situación era insostenible, así que Zeus decidió volver a negociar con Hades. No sabemos qué le ofreció a cambio, pero Hades aceptó que Perséfone pasara seis meses del año junto a su madre a condición de que los otros seis regresara a su lado. Así, cuando madre e hija estaban juntas, tal era la dicha de Deméter que todo florecía. Al contrario, cuando Perséfone debía regresar junto a Haces, tal era su pena que los árboles perdían sus hojas y las flores se morían, dejando al mundo sin color.
En este mito griego se puede comprobar fácilmente el simbolismo de la granada con la menstruación, fruta del inframundo, de lo oculto, y los cambios de estación con el ciclo menstrual: cuando Perséfone está con su madre llegan la primavera y el verano, que simbolizan las fases preovulatoria y ovulatoria, las fases expresivas del ciclo; por el contrario, cuando Perséfone regresa con Hades la vida empieza a desaparecer hasta que no hay nada, sólo hay quietud mientras se espera su regreso, el otoño y el invierno se suceden implacables, simbolizando las fases premenstrual y menstrual, las más introspectivas del ciclo.
Hades representa la intuición, lo oculto, lo prohibido. La menstruación nos abre una puerta a nuestra intuición. Perséfone se adapta perfectamente a la situación, se deja llevar por la sabiduría que le otorga su sangre y se convierte en la reina del inframundo.
Lamentablemente, en los demás cuentos no se conserva (quizá nunca fue tan claro) el simbolismo tan evidentemente como en el mito griego. Es posible que no se haya manipulado debido a su antigüedad y su contexto. Es sabido que en la antigua Grecia el conocimiento se transmitía a través de los mitos y sería un sacrilegio distorsionar algo así.
En el caso de Blancanieves, la menstruación se oculta tras la roja manzana. La bruja (la intuición) ofrece la manzana a Blancanieves y ella la muerde. Es un claro simbolismo a la menarquia. El cuento que se difunde actualmente define a la intuición como la bruja malvada que debilita a la joven con una fruta envenenada, dejándola impotente y sometida al encantador príncipe que pueda salvarla con un beso que en ningún momento es consentido por ella, pues está inconsciente. Pero, si ignoramos el mensaje patriarcal y limitante al más puro estilo Disney, ahí están: la intuición y la menstruación, juntas de nuevo. La bruja no es malvada, asusta porque sabe. Y quiere que Blancanieves sepa.
En el caso de la Bella durmiente sucede lo mismo. La bruja maldice a la bella, inocente y sobreprotegida princesa: cuando cumpla 16 años se pinchará con una rueca que la condenará a dormir hasta que un príncipe encantado aparezca para despertarla, besándola aunque ella no pueda negarse (o asentir), por el derecho que le otorga la profecía.
De nuevo la intuición presentándose como la despiadada bruja, la menarquia escondida tras la sangre del pinchazo y la joven debilitada con su llegada.
El cuento de la Caperucita Roja, en cambio, tiene un simbolismo, para mí, mucho más profundo que los dos anteriores, pues en él no aparece el amor romántico como forma de sometimiento femenino pero sí los valores patriarcales y morales.
Hay una niña que se pone su roja capa y se dirige a casa de su abuela. Hay un camino marcado y correcto que atraviesa el bosque pero está fuera de él. Hay una madre que advierte, con insistencia, que no es buena idea introducirse en el bosque, pues hay un lobo que anda suelto. Caperucita obedece pero es el lobo el que acude a su encuentro, sin salir del bosque, pero la llama y le incita a salirse del camino. El lobo acaba comiendose a la abuela y a la niña y es el noble leñador el que consigue rescatar a las indefensas mujeres del terrible lobo feroz. La moraleja del cuento original de Charles Perrault advertía a las jovencitas de las malas intenciones que puede esconderse tras los hombres apuestos que se aparecen al camino, representados por el lobo, que quería enseñarle a Caperucita los secretos más profundos del bosque.
Aquí el lobo es la intuición, aquella que intenta introducirte en el bosque sacándote del camino correcto porque es el que se ha marcado como tal. La menstruación está representada con la capa roja de la niña y la madre, el leñador y el camino correcto son las trampas del sistema para mantenernos sometidas y que no corramos, como lobas, hasta el interior del bosque, nuestra esencia, a encontrarnos a nosotras mismas, a gobernar nuestra propia oscuridad, nuestro poder y nuestra fuerza. Evidentemente, el sistema prefiere que creamos que el bosque es peligroso y que el lobo nos va a comer, así que no es aconsejable salirse de la norma establecida.
Las niñas crecen con los cuentos y desean ser las protagonistas de éstos. Dependiendo de lo que se les cuente serán princesas atontadas que decidan cargar con el primer príncipe encantador que se les cruce en el camino o caperucitas valientes que corran bosque a través para encontrar al lobo y aprender a aullar bajo la luna.
Lo que la sociedad cree de la menstruación es un cuento, contémoslo de otra manera y creemos la base para que las niñas se conviertan en mujeres libres y empoderadas, que se aceptan, se respetan y son conscientes de su poder. Cuando el poder se reconoce, no se cede jamás.
Muchísimas gracias, completamente de acuerdo con tu exposición. Muy bien tratado y aclarando un tema que nos concierne a todas las mujeres😊
ResponderEliminarEstá en nosotras contar el cuento de otra forma, llevando un mensaje más auténtico que ayude a nuestras niñas a crecer libres